EL DECALOGO DIOS habló estas palabras, diciendo: Yo soy el SEÑOR tu Dios; No tendrás dioses ajenos delante de mí.
Señor, ten misericordia de nosotros, e inclina nuestros corazones a guardar esta ley No te harás imagen, ni ninguna semejanza de cosa que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra; No te postrarás delante de ellas, ni les darás culto; Porque yo, el SEÑOR tu Dios, soy Dios celoso, que visito la iniquidad de los padres sobre los hijos, hasta la tercera y cuarta generación de aquellos que me aborrecen; y que hago misericordia en millares a los que me aman y guardan mis mandamientos. Señor, ten misericordia de nosotros, e inclina nuestros corazones a guardar esta ley No tomarás el Nombre del SEÑOR tu Dios en vano; (Porque el SEÑOR no tendrá por inocente al que tomare su Nombre en vano). Señor, ten misericordia de nosotros, e inclina nuestros corazones a guardar esta ley. Acuérdate del día de descanso para santificarlo Seis días trabajarás y harás toda tu obra; más el séptimo es el día de descanso del SEÑOR tu Dios. En él no harás obra ninguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni el extranjero que está dentro de tus puertas. Porque en seis días hizo el SEÑOR los cielos y la tierra, la mar y todas las cosas que en ellos hay, y en el día séptimo reposó: por tanto, el SEÑOR bendijo el día séptimo y lo santificó. Señor, ten misericordia de nosotros, e inclina nuestros corazones a guardar esta ley Honra a tu padre y a tu madre Para que tus días se alarguen sobre la tierra que el SEÑOR tu Dios te da Señor, ten misericordia de nosotros, e inclina nuestros corazones a guardar esta ley No matarás Señor, ten misericordia de nosotros, e inclina nuestros corazones a guardar esta ley No cometerás adulterio Señor, ten misericordia de nosotros, e inclina nuestros corazones a guardar esta ley No hurtarás Señor, ten misericordia de nosotros, e inclina nuestros corazones a guardar esta ley No dirás contra tu prójimo falso testimonio Señor, ten misericordia de nosotros, e inclina nuestros corazones a guardar esta ley No codiciarás La casa de tu prójimo; no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su criado, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo Señor, ten misericordia de nosotros, y graba todos estos tus Mandamientos en nuestros corazones, te suplicamos Entonces se dirá, El Señor sea con vosotros Y con tu espíritu Oremos Entonces el Presbítero puede decir, Oíd también lo que dice Jesucristo nuestro Señor. AMARAS al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de toda tu mente. Este es el primero y el grande mandamiento. Y el segundo es semejante a éste; Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas. Aquí, si el Decálogo ha sido omitido, se dirá, Señor, ten misericordia de nosotros Cristo, ten misericordia de nosotros Señor, ten misericordia de nosotros Entonces el Presbítero puede decir, OH, Señor omnipotente, y Dios eterno, Suprimámoste te dignes dirigir, santificar y gobernar nuestros corazones y cuerpos en los caminos de tus leyes, y en las obras de tus mandamientos; para que, por tu poderosísima protección, ahora y siempre, seamos preservados en cuerpo y alma; mediante Jesucristo nuestro Señor y Salvador. Amén. Entonces se dirá, El Señor sea con vosotros Y con tu espíritu Oremos Entonces el Presbítero dirá la Colecta del Día, y después de la Colecta, el Ministro designado leerá la Epístola, diciendo: La Epístola está escrita en el Capítulo — de —, comenzando en el versículo —. Y acabada la Epístola, dirá, Aquí termina la Epístola. Aquí podrá cantarse un Himno o una Antífona Entonces, estando el pueblo de pie, el Presbítero designado leerá el Evangelio, diciendo antes, El Santo Evangelio está escrito en el Capítulo — de —, comenzando en el Versículo —. Aquí se dirá, Gloria a ti oh, Señor Y después del Evangelio puede decirse, Loor a ti oh, Cristo. Entonces se dirá el Credo, llamado comúnmente Niceno, o bien el Credo de los Apóstoles; pero puede omitirse si se ha dicho inmediatamente antes en la Oración Matutina. El Credo de Nicea no debe omitirse el Día de la Natividad, la Domínica de Pascua, el Día de la Ascensión, el Día de Pentecostés, y la Domínica de la Trinidad. “Credo Niceno” CREO en un solo Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, Y de todas las cosas visibles e invisibles: en un solo Señor Jesucristo, Hijo unigénito de Dios; Engendrado del Padre antes de todos los siglos, Dios de Dios, Luz de Luz, Verdadero Dios de Verdadero Dios; Engendrado, no hecho; Consubstancial al Padre; Por quien todas las cosas fueron hechas: Quien por los hombres y por nuestra salvación descendió del cielo, Y fue encarnado por el Espíritu Santo de la Virgen María, Y fue hecho hombre: Y también por nosotros fue crucificado bajo Poncio Pilato; Padeció, y fue sepultado: Resucitó al tercer día según las Escrituras: Ascendió a los cielos, Y está sentado a la diestra del Padre: Y vendrá otra vez, con gloria juzgar a los vivos y a los muertos; Cuyo reino no tendrá fin. Y creo en el Espíritu Santo, Señor y Dador de vida, Procedente del Padre y del Hijo; Quien con el Padre y el Hijo juntamente es adorado y glorificado; Quien habló por los Profetas: Y creo en la Iglesia Una, Católica y Apostólica: Y reconozco un Bautismo para remisión de pecados: Y espero la Resurrección de los muertos: Y la Vida en los Siglos venideros. Amén. Entonces se anunciará al Pueblo los Días de Fiesta o de Ayuno que deben observarse en la semana siguiente. Asimismo (si la ocasión lo requiere) se dará noticia de la Santa Comunión, de las Amonestaciones de Matrimonio y de otras cosas que deban anunciarse. Aquí, o inmediatamente después del Credo, puede decirse la Exhortación a la Oración o cualquiera otra de las Oraciones o Intercesiones autorizadas. Entonces seguirá el Sermón, y después, el Presbítero, cuando haya Comunión volverá a la Santa Mesa, y comenzará el Ofertorio, diciendo una o más de las Sentencias siguientes, como juzgue más conveniente. Oración de Ofertorio ACORDAOS de las palabras del Señor Jesús, quien dijo; Más bienaventurada cosa es dar, que recibir. Hechos XX. 35. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, que vean vuestras obras buenas, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. S. Mateo V. 16.
No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; más haceos, tesoros en el cielo, donde ni polilla ni orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. S. Mateo VI. 19, 20. No todo el que me dice, Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos; más el que hiciere la voluntad de mi Padre que está en los cielos. S. Mateo VII. 21. El que siembre con escasez, con escasez también segará; y el que siembre en bendiciones, en bendiciones también segará. Cada uno dé como propuso en su corazón; no con tristeza, o por necesidad; porque Dios ama al dador alegre. II Cor. IX. 6, 7. Entre tanto que tenemos tiempo, hagamos bien a todos; y mayormente a los que son de la familia de la fe. Gal. VI. 10. Dios no es injusto para olvidar vuestra obra, y el trabajo de amor que habéis mostrado a su nombre, habiendo asistido y asistiendo aún a los santos. Heb. VI. 10. De hacer bien, y de la distribución no os olvidéis; porque de tales sacrificios se agrada Dios. Heb. XIII. 16. El que tuviere bienes de este mundo, y viere a su hermano tener necesidad, y le negare su compasión, ¿Cómo está el amor de Dios en él? 1. S. Juan III. 17. Sé caritativo según tus posibles. Si tuvieres mucho, da con abundancia; si poco, procura dar de buena gana, aún de lo poco que tuvieres; pues con eso te atesoras una gran recompensa para el día del apuro. Tob. IV. 8, 9. Y, respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos, mis hermanos pequeñitos, a mí lo hicisteis. S. Mateo XXV. 40. ¿Cómo pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán a aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán, sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán, si no fueren enviados? Rom. X. 14, 15. Y les decía Jesús, la mies a la verdad es mucha, más los obreros son pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies. S. Luc. X. 2. Y no comparecerás vacío delante del SEÑOR; cada uno con el don de su mano, conforme a la bendición del SEÑOR tu Dios que te hubiere dado. Deut. XVI. 16, 17. Tuya, oh SEÑOR, es la magnificencia, y el poder, y la gloria, la victoria, y el honor; porque todas las cosas que están en los cielos y en la tierra son tuyas. Tuyo es el reino, oh, SEÑOR, y la altura sobre todos los que están por cabeza. I Cron. XXIX. 11. Todo es tuyo, oh, SEÑOR, y de lo tuyo te damos. I Cron. XIX. 14. NÓTESE, que estos Versículos pueden usarse en cualquiera otra ocasión durante los Oficios Divinos cuando se reciben las ofrendas del Pueblo. Los Diáconos, Guardianes de la Iglesia u otras personas competentes que sean nombradas, recogerán las Limosnas para los Pobres, y demás Ofrendas del Pueblo, en una Bandeja decente que proveerá la Parroquia para este fin; y las llevará con reverencia al Presbítero, quien las ofrecerá humilde mente, y las pondrá sobre la Santa Mesa. Entonces el Presbítero ofrecerá, y pondrá sobre la Santa Mesa, el Pan y el Vino. Al momento de recibir y presentar las Limosnas y Oblaciones, puede cantarse un Himno o Antífona ya sea de las Santas Escrituras o del Libro de Oración Común, bajo la dirección del Presbítero. Aquí el Presbítero puede solicitar las intercesiones secretas de la Congregación en favor de aquellos que desean las oraciones de la Iglesia. Entonces, El Presbítero dirá, Oremos por toda la Iglesia de Cristo OMNIPOTENTE y eterno Dios, que por tu santo Apóstol nos has enseñado a hacer oraciones y súplicas, y darte gracias por todo el género humano; Pedí oste con toda humildad, que te dignes aceptar nuestras (limosnas), y oblaciones, y recibir estas nuestras oraciones, que ofrecemos a tu Divina Majestad; suplicándote que continuamente inspires a la Iglesia Universal con el espíritu de verdad, unión y concordia: Y que concedas a todos los que confiesan tu Santo Nombre, que convengan en la verdad de tu santa Palabra, y vivan unánimes y en caridad piadosa. Asimismo, te suplicamos, que de tal modo dirijas y dispongas los corazones de todas las Autoridades Cristianas, que puedan hacer justicia con toda imparcialidad y equidad, para castigo de los vicios y maldades, y exaltación de tu verdadera religión y de la virtud. Da gracia, oh, Padre Celestial, a todos los Obispos y otros Ministros, para que puedan, tanto con su vida como con su doctrina, presentar al mundo tu Palabra de verdad y de vida, y administrar recta y debidamente tus santos Sacramentos. Y a todo tu pueblo da tu gracia celestial; especialmente a esta congregación aquí presente; a fin de que, con humildad de corazón y debida reverencia, puedan oír y recibir tu santa Palabra; sirviéndote fielmente en santidad y justicia todos los días de su vida. Y te suplicamos muy humildemente, que, por tu bondad, oh Señor, te dignes consolar y socorrer a todos aquellos que en esta vida transitoria se hallan angustiados, tristes, necesitados, enfermos o en otra cualquiera adversidad. Y asimismo bendecimos tu Santo Nombre por todos tus siervos que han partido de esta vida en tu fe y temor; suplicándote les concedas un crecimiento continuo en tu amor y servicio, y nos des tu gracia para seguir de tal modo sus buenos ejemplos, que con ellos seamos partícipes de tu reino celestial. Concédenos esto, oh, Padre, por amor de Jesucristo, nuestro solo Mediador y Abogado. Amén. Invitación Entonces el Presbítero dirá a todos los que vienen a recibir la Santa Comunión, VOSOTROS, los que os arrepentís sinceramente de vuestros pecados, y estáis en caridad y amor con vuestros prójimos, y hacéis propósito de vivir una vida nueva, siguiendo los mandamientos de Dios, y andando de aquí en adelante en sus santos caminos; Acercaos acá con fe, y tomad este santo Sacramento para vuestro consuelo; y haced vuestra humilde confesión a Dios Omnipotente, devotamente arrodillados. Entonces se hará esta Confesión General por el Presbítero, y por todos los que desean recibir la Santa Comunión, humildemente arrodillados. “Confesión” OMNIPOTENTE Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Hacedor de todas las cosas, Juez de todos los hombres; Nosotros reconocemos y lamentamos los muchos pecados y maldades, Que en varias ocasiones hemos cometido gravemente, Por pensamiento, palabra y obra, Contra tu Divina Majestad, Provocando muy justa mente tu ira e indignación contra nosotros Sinceramente nos arrepentimos, Y de todo corazón nos dolemos de todas estas nuestras culpas; Su memoria nos aflige; Su peso es intolerable Ten misericordia de nosotros, Ten misericordia de nosotros, Padre misericordiosísimo; Por amor de tu Hijo nuestro Señor Jesucristo, Perdónanos todo lo pasado; concede que podamos en adelante, Servirte y agradarte una vida nueva, Para honra y gloria de tu Nombre; Mediante Jesucristo nuestro Señor. Amén. Entonces el Presbítero (o el Obispo si está presente) poniéndose de pie y volviéndose al Pueblo dirá “Absolución” DIOS Omnipotente, nuestro Padre celestial, que por su gran misericordia ha prometido el perdón de los pecados de todos los que con sincero arrepentimiento y verdadera fe se convierten a Él; Tenga misericordia de vosotros; os perdone y os libre de todos vuestros pecados; os confirme y fortalezca en toda virtud; y os conduzca a la vida eterna; mediante Jesucristo nuestro Señor. Amén. Entonces dirá el Presbítero, Oíd qué palabras tan consoladoras dice Cristo nuestro Salvador, a todos los que verdaderamente se convierten a Él. VENID a mí, todos los que estáis trabajados y agobiados, que yo os haré descansar. S. Mateo XI. 28. Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en El cree, no se pierda, más tenga vida eterna. S. Juan III. i6. Oíd también lo que dice San Pablo: Palabra fiel y digna de ser recibida de todos, Que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores. 1 Tim. I. 15. Oíd también lo que dice San Juan: Si alguno hubiere pecado, Abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo; y Él es la propiciación por nuestros pecados. 1 San Juan II. I, 2. Después de lo cual, el Presbítero proseguirá, diciendo, Elevad vuestros corazones Los elevamos al Señor Demos gracias a Dios nuestro Señor Dárselas es digno y justo Entonces el Presbítero, volviéndose hacia la Santa Mesa, dirá, ES verdaderamente digno, justo y de nuestro deber, que en todos tiempos y en todos lugares, te demos gracias, oh, Señor, Santo Padre, Omnipotente, Eterno Dios.
Aquí se dirá el Prefacio Propio según el tiempo, si hubiere alguno seña lado; si no, inmediatamente el Presbítero dirá o cantará,
POR tanto, con Ángeles y Arcángeles, y con toda la compañía del cielo, alabamos y magnificamos tu glorioso Nombre; ensalzándote siempre y diciendo: SANTO, SANTO, SANTO, Señor Dios de los Ejércitos, Llenos están los cielos y la tierra de tu gloria: Gloria a ti, Oh Señor Altísimo. Amen. PREFACIOS PROPIOS NAVIDAD En el Día de Navidad, y siete días después PORQUE nos diste a tu Hijo único, Jesucristo, para que naciese por nosotros en un tiempo como éste; Quien, por obra del Espíritu Santo, fue hecho verdadero hombre, de la sustancia de su bendita madre, la Virgen María; y esto sin mancha de pecado, para que nos limpiase de todo pecado. Por tanto, con Ángeles, etc. EPIFANÍA En la Epifanía, y siete días después POR Jesucristo nuestro Señor; Quien, en la substancia de nuestra carne mortal, manifestó su gloria; para poder traernos de las tinieblas a su luz gloriosa. Por tanto, con Ángeles, etc. PURIFICACIÓN, ANUNCIACIÓN Y TRANSFIGURACIÓN En las Fiestas de la Purificación, la Anunciación y la Transfiguración. PORQUE en el Misterio del Verbo hecho carne, creaste nueva luz para iluminar nuestros corazones, y damos el conocimiento de tu gloria en la faz de tu Hijo, Jesucristo nuestro Señor. Por tanto, con Ángeles, etc. PASCUA DE RESURRECCIÓN En el día de Pascua de Resurrección, y siete días después MAS principalmente estamos obligados a bendecirte por la gloriosa Resurrección de tu Hijo Jesucristo nuestro Señor: porque Él es el verdadero Cordero Pascual, que se ofreció por nosotros, y ha quitado los pecados del mundo; El que por su muerte ha destruido la muerte, y por su Resurrección nos ha restaurado a la vida eterna.
Por tanto, con Ángeles, etc. ASCENSIÓN En el día de la Ascensión, y siete días después. POR tu amadísimo Hijo Jesucristo nuestro Señor; Quien, después de su gloriosísima Resurrección, apareció claramente a todos sus Apóstoles, y en su presencia ascendió a los cielos, a preparar un lugar para nosotros; para que podamos también ascender a donde Él está, y reinar con El en gloria. Por tanto, con Ángeles, etc. |
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