Sunday, July 20, 2025

Exhortaciones Liturgicas

EXHORTACIONES

 

Cuando el Presbítero celebre la Santa Comunión, puede decir la Exhortación que sigue. NÓTESE, que esta Exhortación deberá decirse en la Primera Domínica de Adviento, la Primera Domínica de Cuaresma y la Domínica de la Trinidad. 

 

MUY amados en el Señor; vosotros, los que tenéis intención de venir a la Santa Comunión del Cuerpo y de la Sangre de Cristo nuestro Salvador, debéis considerar la exhortación que San Pablo hace a toda persona a que diligentemente trate de examinarse a sí mismo, antes de atreverse a comer de ese Pan, y beber de ese Cáliz. Pues, así como es grande el beneficio, si con un corazón penitente y una fe viva recibimos este Santo Sacramento; también es grande el peligro, silo recibimos indignamente. Juzgaos, pues, a vosotros mismos, Hermanos, para que no tengáis que ser juzgados del Señor; arrepentíos verdadera mente de vuestros pecados; tened una fe viva y firme en Cristo nuestro Salvador; enmendad vuestra vida, y estado en perfecta caridad con todos los hombres; y así seréis dignos partícipes de estos santos misterios. Sobre todo, debéis dar muy humildes y cordiales gracias a Dios, el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo, por la redención del mundo, por la muerte y pasión de Cristo nuestro Salvador, Dios y Hombre; quien se humilló a sí mismo, hasta la muerte en la Cruz, por nosotros, miserables pecadores, que estábamos en tinieblas y sombra de muerte; para hacernos hijos de Dios, y exaltarnos a la vida eterna. Y a fin de que podamos siempre recordar el amor inmenso de nuestro Maestro, y único Salvador, Jesucristo, que así murió por nosotros, y los innumerables beneficios que ha obtenido para nosotros por el derramamiento de su preciosa sangre; Él ha instituido y ordenado santos misterios, como prendas de su amor, para continua memoria de su muerte, y para nuestro grande y eterno consuelo. A El, pues, con el Padre y el Espíritu Santo, demos como es nuestro deber continuas gracias; sometiéndonos completa mente a su santa voluntad y beneplácito, y estudiando como servirle en verdadera santidad y justicia todos los días de nuestra vida. Amén. 

 

Cuando el Presbítero anuncie que va a celebrar la Santa Comunión (lo cual hará siempre en domingo, o en algún día de fiesta inmediato anterior), leerá la Exhortación que sigue, o la parte de ella que juzgue conveniente. 

 

MUY amados, el día he determinado, con el favor de Dios, administrar a todos los que devota y religiosamente se hallen. dispuestos, el Sacramento muy consolador del Cuerpo y Sangre de Cristo; para que lo reciban en memoria de su meritoria Cruz y Pasión; por cuyo único medio obtenemos remisión de nuestros pecados, y somos hechos partícipes del reino de los cielos. Por tanto, es nuestro deber dar las gracias más humildes y sinceras a Dios Todopoderoso, nuestro Padre celestial, por habernos dado a su Hijo, nuestro Salvador Jesucristo, no solo para que muriese por nosotros, sino también para ser nuestro alimento y sostén espiritual en este Santo Sacramento. Siendo una cosa tan divina y consoladora para los que dignamente lo reciban, y tan peligrosa para los que se atreven a recibirlo indignamente; es mi obligación exhortaros a debido tiempo, a meditar en la dignidad de este santo misterio, y en el gran peligro que hay en recibirlo indignamente; por lo tanto escudriñad y examinad vuestras propias conciencias (no superficialmente, y de la manera que lo hacen los que tratan de engañar a Dios); sino de modo que vengáis santificados y limpios a este celestial banquete, con el vestido nupcial que, conforme a la santa Escritura, Dios requiere para que seáis recibidos como partícipes dignos de la Santa Mesa.

 

El modo de lograr esto es: Primero, examinar vuestra vida y conducta, tomando como norma los mandamientos de Dios; confesar delante de Dios Todopoderoso todas las faltas que hallareis haber cometido por pensamiento, palabra y obra, llorando por vuestra iniquidad y proponiéndoos firmemente enmendar vuestra vida. Mas si notareis que habéis pecado no solo contra Dios, sino también contra vuestros prójimos, debéis asimismo reconciliaros con ellos, estando dispuestos a hacer todo lo posible por restituir y dar satisfacción por los daños y agravios que les hayáis causado, y prontos a perdonar a los que os hayan ofendido, así como deseáis vosotros ser perdonados por Dios; porque de otro modo, al recibir la Santa Comunión indignamente solo aumentará vuestra condenación. Por lo tanto, si alguno de vosotros fuere blasfemo contra Dios, enemigo o calumniador de la Palabra divina, adúltero, envidioso, tuviere odio contra su prójimo, o hubiere cometido algún otro grave crimen, arrepiéntase, o de lo contrario no se acerque a la Santa Mesa. 


Y puesto que se requiere para venir a la Santa Comunión, tener entera confianza en la misericordia de Dios, y tranquila la conciencia, si alguno de vosotros no puede sosegar su conciencia y necesita consuelo y consejo, venga a mí, o a algún otro Ministro de la Palabra de Dios, y manifieste su aflicción; para que reciba piadosos consejos y dirección que le sirvan para sosegar su conciencia, y quitarle todo escrúpulo y duda. 

 

En caso de que observe que el pueblo es negligente para venir a la Santa Comunión, en lugar de la exhortación anterior puede usar la siguiente. 

 

MUY amados, el día he determinado, con el favor de Dios, celebrar la Cena del Señor: a la que, en el Nombre de Dios, invito a todos cuantos estáis presentes; y os ruego por el amor del Señor Jesucristo que no rehuséis acercaros a ella, puesto que sois tan amorosamente llamados y convidados por el mismo Dios. Vosotros sabéis cuan duro y penoso sería para un hombre que, habiendo preparado un espléndido banquete y aderezado su mesa con todo género de manjares, no faltando nada, sino que los convidados lleguen, con la mayor ingratitud y sin motivo alguno estos se rehusaren a venir no obstante haber sido llamados. ¿Quién de vosotros en igual caso no se indignaría? ¿Quién no hubiera creído que se le hacía una grave injuria y grande daño? 

 

Por tanto, carísimos en Cristo, no provoquéis a Dios rehusando venir a esta Santa Cena. Fácilmente se dice, no puedo recibir la Cena del Señor, porque me lo impiden los negocios mundanos. Empero tales excusas no son tan fácilmente admitidas ni aprobadas por Dios. Si alguno dijere, soy un miserable pecador y, por tanto, temo acercarme ¿por qué entonces no se arrepiente y enmienda? Cuando Dios os llama, ¿no os avergonzáis de responderle, no vamos? Cuando debierais convertiros a Dios ¿os excusáis diciendo que todavía no estáis preparados? Vosotros mismos considerad seriamente de cuan poco valor son ante Dios excusas tan fútiles. Los que rehusaron el convite del Evangelio, porque habían comprado una granja, o querían probar una yunta de bueyes, o habían contraído matrimonio, no fueron disculpados, sino considerados indignos del banquete celestial.

 

Por lo cual, en virtud de mi ministerio, os invito en el Nombre de Dios, os requiero de parte de Jesucristo, y os exhorto a que participéis de esta Santa Comunión si queréis salvar vuestras almas. Así como el Hijo de Dios tuvo a bien dar su vida muriendo en la cruz por salvaros, así también vosotros tenéis el deber de recibir la Comunión en memoria de su sacrificio y muerte, como El mismo os lo ha mandado. Considerad qué enorme ingratitud mostráis para con Dios, y cuán tremendo castigo os amenaza, si despreciáis este mandato; si voluntariamente os apartáis de la Mesa del Señor, y os separáis de vuestros hermanos que vienen a alimentarse en este banquete con ese manjar celestial. Meditad seriamente en todas estas cosas para que la gracia de Dios mueva vuestra voluntad hacia este fin. Para que así sea, no cesaremos de presentar nuestras humildes oraciones a Dios Omnipotente, nuestro Padre celestial. 

 



Celebración del Matrimonio 

 

El día y la hora que se hayan señalado para Solemnizar el Matrimonio, las Personas que han de ser casadas vendrán al cuerpo de la Iglesia, o a alguna casa particular, con sus amigos y vecinos; y estando allí juntos, el Hombre a la mano derecha, y la Mujer a la izquierda, el Ministro dirá, 

 

MUY amados, nos hemos reunido aquí en presencia de Dios, y de esta concurrencia, para enlazar a este Hombre y a esta Mujer en Santo Matrimonio; el cual es un estado honorable instituido por Dios, y nos figura la unión mística que hay entre Cristo y su Iglesia. Además, Cristo aprobó y honró este santo estado con su presencia y con el primer milagro que hizo en Caná de Galilea, y San Pablo lo recomienda, diciendo, que es digno de honor entre todos: por tanto, no debe ser emprendido inconsiderada o temerariamente sino con reverencia, discreción, peso y cordura, sobriedad y temor de Dios.

 

En este santo estado vienen ahora a unirse estas dos personas. Por lo cual, si hay alguien que sepa algún impedimento, por el que no puedan ser unidas lícitamente, dígalo ahora, o de aquí en adelante guarde silencio. 

 

Después, hablando con los que vienen a casarse les dirá,

 

YO os requiero, y encargo, que como debéis responder en el terrible día del juicio, cuando los secretos de todos los corazones serán descubiertos, si alguno de vosotros sabe algún impedimento, por el cual no podáis casaros lícitamente, lo confeséis. Porque tened por cierto, que todos los que son unidos en contraposición a la Palabra de Dios, su matrimonio no es lícito. 

 

El Ministro, si tiene razón para dudar de la legalidad del propuesto Matrimonio, puede exigir seguridad suficiente para su indemnidad: pero si no existiere, ni sospechare impedimento alguno, el Ministro dirá al Hombre, 

 

N. ¿QUIERES tomar a esta Mujer por tu legítima esposa, y vivir con ella, conforme a la ordenanza de Dios, en el santo estado del Matrimonio? ¿La amarás, consolarás, honrarás y conservarás en tiempo de enfermedad y de salud; y renunciando a todas las otras, te conservarás para ella sola, ¿mientras los dos vivieren? 

 

El Varón responderá, 

 

Sí, quiero

 

 Después dirá el Ministro a la Mujer, 

 

N. ¿QUIERES tomar a este Hombre por tu legítimo esposo, para vivir con él conforme a la ordenanza de Dios, en el santo estado del Matrimonio? ¿Le amarás, consolarás, honrarás y conservarás en tiempo de enfermedad y de salud; y, renunciando a todos los otros, te conservarás para él solo, ¿mientras los dos vivieren?

 

Y la Mujer responderá, 

 

Sí, quiero

 

Entonces el Ministro dirá, 

 

¿Quién entrega a esta Mujer, para que se case con este Hombre? 

 

Entonces se darán fe el uno al otro de esta manera. El Ministro, recibiendo a la Mujer de la mano de su padre, o de algún amigo, hará que el Hombre la lome de la mano derecha y que repita con él lo que sigue. 

 

YO N. te recibo a ti N. por mi legítima esposa desde hoy en adelante, ora mejore o empeore tu suerte, seas rica o pobre, ora sana, ora enferma, para amarte, y cuidarte hasta que la muerte nos separe, según la santa ordenanza de Dios; y de hacerlo así te doy mi palabra y fe. 

 

Después soltarán sus manos; y la Mujer tomando con su mano derecha la del Hombre dirá asimismo siguiendo al Ministro, 

 

YO N. te recibo a ti N. por mi legítimo esposo desde hoy en adelante, ora mejore o empeore tu suerte, seas rico o pobre, ora sano, ora enfermo, para amarte y cuidarte hasta que la muerte nos separe, según la santa ordenanza de Dios; y de hacerlo así te doy mi palabra y fe. 

 

Después soltarán sus manos otra vez; y el Hombre dará a la Mujer un Anillo. Y el Ministro, tomando el Anillo, lo dará al Hombre para que lo ponga en el cuarto dedo de la mano izquierda de la Mujer. Y el Hombre teniendo allí el Anillo, e instruido por el Ministro, dirá,

 

CON este Anillo te desposo: En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

 

Y antes de entregar el Anillo al Hombre, el Ministro puede decir,

 

 

BENDICE, Oh Señor, este Anillo, para que el que lo da y la que lo lleve moren en tu paz y continúen en tu favor, hasta el fin de su vida; mediante Jesucristo nuestro Señor. Amén. 

 

Y dejando el Hombre el Anillo en el cuarto dedo de la mano izquierda de la Mujer, el Ministro dirá,

 

Oremos 

 

Entonces el Ministro y la Congregación aún de pie, dirán el Padre Nuestro 

 

PADRE nuestro, que estás en los cielos, Santificado sea tu Nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, Así en la tierra como en los cielos. El pan nuestro de cada día, dánosle hoy. Y perdónanos nuestras deudas, Así como nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos dejes caer en la tentación, Mas líbranos de mal. Amén. 

 

Y el Ministro añadirá, 

 

DIOS eterno, Creador y Conservador del género humano, Dador de toda gracia espiritual, Autor de la vida eterna; Envía tu bendición sobre este hombre y esta mujer, tus siervos, a quienes bendecimos en tu Nombre; que viviendo fielmente juntos, cumplan y guarden el voto y el pacto que se han hecho el uno al otro, (de lo cual este Anillo respectivamente dado y recibido es arras y prenda,) y que siempre permanezcan juntos en perfecto amor y paz, y vivan conforme a tus santos mandamientos; mediante Jesucristo nuestro Señor. Amén. 

 

El Ministro puede añadir una o ambas de las siguientes oraciones. 

 

DIOS Todopoderoso, Creador del género humano, que sólo eres el manantial de la vida; Confiere a estos tus siervos, si es tu voluntad, el don y la herencia de hijos; y concede que ellos puedan ver a sus hijos educados en tu fe y temor, para honra y gloria de tu Nombre; mediante Jesucristo nuestro Señor. Amén. 

 

OH Dios, que has consagrado el estado de Matrimonio hasta tener en él significado y representado el desposorio espiritual y la unidad entre Cristo y su Iglesia; Mira misericordiosamente sobre estos tus siervos, para que puedan amarse, honrarse y cuidarse el uno al otro, y así vivir juntos en fidelidad y paciencia, en sabiduría y verdadera santidad, de manera que su hogar sea un puerto de bendición y de paz; mediante el mismo Jesucristo nuestro Señor, que contigo y el Espíritu Santo es siempre, un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén. 

 

Entonces el Ministro juntándoles las manos derechas, dirá, 

 

A los que Dios ha unido, ningún hombre los separe 

 

Después el Ministro dirá a la concurrencia 

 

POR cuanto N. y N. consienten en su Santo Matrimonio, y lo han testificado delante de Dios, y de esta concurrencia, y para este fin han dado y empeñado su fe y palabra el uno al otro, y lo han declarado también, así por la unión de las manos, como por la donación y recepción de un Anillo; Yo los declaro Esposo y Esposa, En el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén. 

 

Y el Ministro, arrodillados los Esposos, añadirá esta Bendición 

 

DIOS el Padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu Santo, os bendiga, conserve y guarde; el Señor por su misericordia vuelva a vosotros los ojos de su favor; y os llene de toda bendición espiritual y gracia para que viváis juntos en este mundo de tal manera que gocéis en el otro de la vida eterna. Amén. 

 

Las leyes relativas al Matrimonio, siendo diversas en los diferentes Estados, sea por Publicación en las Iglesias, sea por Licencia, cada Ministro queda sujeto a la dirección de esas leyes, en todo lo que se refiere al contrato civil entre los individuos. 

 

Y cuando se publican las Amonestaciones, debe ser en la forma siguiente: Yo publico las Amonestaciones de Matrimonio entre N. de ——, y N. de ——. Si alguno de vosotros supiere causa o justo impedimento, por lo cual estas personas no se puedan unir en Santo Matrimonio, debe declararlo. 

 

Esta es la Primera (Segunda o Tercera) amonestación. 

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